El sector empresarial venezolano, en los últimos 20 años, ha sido
objeto de ciertos fenómenos producidos por factores externos que han cambiado
patrones económicos y sociales de algunas organizaciones y, por ende, del país.
A finales de los años
90, tuve la oportunidad de participar en un proceso de transición de la empresa
en la que trabajaba. Esta empresa nacional de capital privado pasaba a ser
parte de un conglomerado con presencia en más de 60 países del mundo. Esta
transición trajo consigo un rápido desarrollo tecnológico a nivel de telecomunicaciones e información, un
crecimiento exponencial en la variedad
de productos y servicios ofrecidos al mercado,
la aparición de procesos productivos altamente eficientes, gestión
organizacional de alto alcance y la implantación de un plan estratégico
orientado a obtener beneficios económicos e invertir para seguir siendo líderes
en el mercado. Estaba ante la presencia de un proceso de Globalización que vino
a plantear un conjunto de retos pues todos debíamos desenvolvernos en un
nuevo ámbito de mayor complejidad
estratégica y gerencial.
Viene el siglo XXI y
con ello un cambio de tendencia política y social en el país. Se implanta un
nuevo modelo económico que viene a cambiar el rumbo empresarial en Venezuela.
El Estado Venezolano inicia un proyecto en el que por razones de seguridad
nacional o interés social, decide apropiarse de aquellas empresas productoras
de determinados bienes y servicios
básicos y así garantizar el suministro de insumos necesarios para la
consolidación de sus programas sociales.
Una vez más, la
industria donde laboraba no pasó desapercibida ante el nuevo fenómeno. La
Nacionalización de la industria fue inminente. Se inicio un proceso de
transición de un sistema gerencial global
y capitalista a uno nacional y
socialista.
Una transnacional con
estrategias de mercado basadas en la
rentabilidad de la empresa y la satisfacción de los clientes, se convirtió en
una empresa con visión estratégica socialistas que buscaba cubrir las necesidades
sociales a través del gasto público.

Siendo durante más de 15 años parte de una industria de gran valor para el país, no podría decir cual modelo es mejor que el otro. He visto como el sector ha sido sometido a cambios y ha vivido sus procesos saliendo exitoso de ellos. En mi opinión, la nacionalización no ha sido una decisión del todo errónea, pues las fuentes de materia prima utilizada para la producción provienen de la explotación de nuestros recursos naturales. Sin embargo, la forma brusca en la que se llevó a cabo este proceso, es lo que para mi no se ha hecho de la manera correcta, pues ha traído consecuencias que la empresa después de cuatro años aún no ha podido resolver. En la actualidad, no se cuenta con un plan estratégico definido que guie los destinos de la nueva empresa socialista. Aun cuando el enfoque socialista no establece como prioridad ser rentable, es indispensable producir para poder cumplir la misión que le toca dentro del proyecto social.
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